Doceaba Etapa: Sarria – Melide

Etapa importante del Camino… la penúltima. Aquí va tocando hacer de tropas corazón y cargar cuesta arriba con gran parte del cansancio acumulado. Atrás quedan una parte importante de experiencias de muchos días de Camino, una experiencia que dejará su peculiar huella en nuestra propia existencia.

Nos encontramos en un tradicional punto de salida para buena parte de los caminantes, ya que Sarria se encuentra muy cerca de los míticos y últimos 100 km, la distancia mínima que hay que recorrer a pie para ganar la Compostela.

Pues vamos al lío. Salimos después de coronar Sarria y cruzarnos con un gran número de peregrinos preparados para la aventura de hoy.

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La etapa, aparentemente, no entraña dificultad alguna: kilometraje asequible y paisajes reconfortantes. Sin embargo, los primeros 13 km hasta Ferreiros (donde abundan más los falsos llanos y las subidas que las bajadas), la imposibilidad de mantener un ritmo constante debido a la orografía ondulada y el cambio frecuente de suelo convierten esta jornada en algo más que un mero paseo rural.

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En este primer tramo pasamos junto a una fuente decorada con Pelegrín, la mascota del Xacobeo’93. Avanzamos por camino entre bajos muros de piedra y castaños hacia Cortiñas (mojón 102), Lavandeira (mojón 101,5) y Brea (mojón 100,5) para llegar a un falso mojón de los 100 km y, unos metros más adelante, al verdadero, coronado de piedras y bañado en graffiti. Bastaría comenzar a pie en este punto para obtener la Compostela… pero la peregrinación es mucho más que un certificado firmado.

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En cuesta, alcanzamos Ferreiros. Bajamos por pista asfaltada hasta el inmediato Mirallos (mojón 98). El Camino se dirige por asfalto a A Pena y posteriormente a Couto y Rozas (mojón 97). Pasamos Mercadoiro y el itinerario visita Moutrás. Tras una cuesta y pistas asfaltadas, descendemos hasta Parrocha y Vilachá. Un brusco descenso nos acerca hasta el río Miño, embalsado por Belesar (mojón 90). El puente, de más de 350 m de longitud, nos acerca hasta el Portomarín de fachadas blancas y tejados grises.

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La ciudad antigua de Portomarín está sumergida en el embalse de Belesar. El pueblo tuvo que ser reconstruido en 1960, en una ladera segura.

El mojón 89 nos guía por un camino que sube apaciblemente por la falda del monte San Antonio. Ascendemos aproximadamente 1 km y comenzamos a llanear entre pinos y prados.

Por esta zona comienzan a repetirse muchas imágenes de rincones llenos de pequeños altares con objetos o cosas personales de los peregrinos que van pasando. Sería bueno saber quién fue el primer peregrino al que se le ocurrió la idea de dejar una diminuta piedra sobre la losa con la inscripción “Camino De Santiago”; colocar un colgante en la escultura del Monte do Gozo; poner un cruz en la alambrada de la autovía de Lavacolla; o dejar escrito sobre una piedra su nombre para inmortalizar el momento. Esos “inocentes” gestos han sido imitados por miles de peregrinos, que repiten una y otra la misma acción dejando una huella incompatible con la limpieza que para mi debía reinar en el Camino que transcurre por sendas que son un regalo y deberían estar más cuidados. Lo de las piedras es posiblemente la única costumbre que tiene una explicación, y es que los peregrinos traían una desde sus lugares de origen para dejarlas después en el primer punto desde donde pudieran ver la Catedral, en la misma cruz del ferro o a los pies del pico de San Roque. Yo este año he tenido la suerte, por ejemplo, de traer una muy especial, que no era una carga sino más un regalo que me daba fuerza y me recordaba lo bonito de madurar y saber elegir el camino adecuado en el momento oportuno para cuidar lo importante.

Un problema es que algunas de las piedras que pueden verse en la escultura del Monte do Gozo y sus alrededores son recogidas por los peregrinos en la misma zona paras ser depositadas como tributo, sin ningún sentido más allá del de la propia reafirmación. Lo curioso es que de la moda de las piedras amontonadas se pueden encontrar rastros sobre innumerables mojones del Camino. Aquí un ejemplo.

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De un andadero a otro, llegamos a Toxibo (mojón 85,5), pasamos un merendero y tiramos hasta la cercana parroquia de Gonzar, donde tomamos una pista que sube a Castromaior. Hasta el alto de la Sierra de Ligonde, se supera un desnivel de 335 m, pero se pasa con facilidad. Tan sólo un exigente repecho de 700 m a la salida de Castromaior, tras el que llegamos a Hospital da Cruz, aldea de la parroquia de San Mamede de O Río (mojón 78,5). La siguiente población que visitamos es Ventas de Narón.

Para este momento ya empezaba a sentirme más que cansado. El hecho de hacer alguna que otra etapa más larga de lo establecido y recorrer el camino original en tan poco tiempo ha terminado por desfondarme un poco. Quizá haya sido un objetivo muy alto, pensaba para mí mientras iba avanzando con los dientes apretados, pero soy lo que soy por eso porque aprendí a mirar hacia arriba. Hay que vivir bajo la filosofía de apuntar siempre a la luna, así si fallas podrías darle a una estrella. Lleguemos donde lleguemos con dar le primer paso ya hemos ganado.

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Avanzando y con la ayuda de un equipo al lado que te mira sin decir nada acompañando ese mal momento entiendes que  el coraje no siempre ruge, algunas veces solo es una silenciosa pero poderosa voz interna que nos dice: “hazlo por ellos, hazlo con ellos, vuélvelo a intentarlo”. Y eso es suficiente para avanzar y ganar la batalla contra ti mismo.

En suave ascenso, llegamos hasta el mojón 76,5, que anuncia la Sierra de Ligonde. Disfrutamos de un buen tramo en descenso. Justo antes de entrar en Ligonde se encuentra el célebre cruceiro de Lameiros (1670).

A la salida de Ligonde, remontamos el tobogán hasta Airexe. Después alcanzamos la aldea de Portos (mojón 71) y la parroquia de Santiago de Lestedo (mojón 70,5). Posteriormente viene A Brea, Avenostre y, después, O Rosario, lugar donde los peregrinos rezaban un rosario ante la vista del Monte Sacro. Unos metros más y llegamos a Palas de Rei.

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El tramo de etapa entre Palas de Rei y Melide luce un perfil «rompepiernas», que lo convierte en un verdadero reto. Un sinfín de toboganes y escenarios mágicos.

Para mí algo duro, peleando con mi cansancio, pero de la mano de dos escuderos de lujo, de esos que hacen la palabra equipo un escudo tras el que guardar lo más preciado, ya que es inquebrantable.

Algo que me hace recordar uno de mis cuentitos que utilizo en mis buenos días con los niños. Os lo dejo:

“Cuenta la leyenda, que en un lugar de África, un antropólogo que se encontraba en un pequeño poblado realizando diversos estudios de comportamiento a la tribu que lo habitaba, decidió proponer a un grupo de niños un juego. Iba a colgar una bolsa llena de caramelos de la rama de un árbol. Cuando él diese una señal tendrían que salir todos los niños corriendo y el primero que llegase sería el dueño de la bolsa y podría comérselos todos a su antojo. Cuando él dio la señal, los niños se dieron la mano y corrieron todos juntos hacia la bolsa de caramelos. El antropólogo, sorprendido, preguntó que por qué no habían competido por ella. Ellos respondieron:

–¡Ubuntu! ¿Cómo podría uno de nosotros ser feliz si los demás no lo son?”

Ubuntu significa, yo soy porque todos somos. Si todos ganan, tú ganas. Es un concepto de bien universal y nos enseña que si los demás son felices, nosotros también lo seremos. Y en la felicidad de ellos en ayudarme a seguir estuvo la mía de reponerme y llegar sonriendo hasta Melide. Gracias.

Información de interés:

Ayuntamiento de Melide Teléfono 981 505 003

Albergue O,Criceiro de Melide  teléfono 616 764 896

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